sábado, 30 de octubre de 2010
La Dalia negra - James Ellroy
- Conseguirás encontrar otro millonario.
- Improbable. Además, uno fue suficiente para que me dure toda la vida."
La Dalia negra - James Ellroy
"- Mi esposo era rico, guapo y bailaba fatal el charlestón. Le amé hasta que descubrí que me engañaba y ahora empiezo a quererle de nuevo. Es algo tan extraño...
- No es tan extraño - dije.
Jane me sonrió, una sonrisa muy leve y dulce.
- ¿Cuántos años tienes, Bucky?
- Treinta y dos.
- Bueno, yo tengo cincuenta y uno y creo que es algo extraño, muy extraño. No deberías mostrarte tan dispuesto a comprender y aceptar el corazón humano a tu edad. Deberías tener ilusiones"
La Dalia negra - James Ellroy
La Dalia negra - James Ellroy
"Recogías borrachos y gente que vivía buscando en la basura, para cumplir con la cuota, sin hacer ninguna discriminación, y les dabas una paliza si intentaban escaparse del furgón. Era un trabajo horrible y asqueroso y los únicos agentes buenos en él eran tipos trasladados de Oklahoma a los que se cogió en el Departamento durante la falta de hombre producida por la guerra. Yo patrullaba pero no me lo tomaba demasiado en serio: rozaba a los tipos con mi porra, sin apretar; les daba calderilla a los borrachos para sacarlos de la calle y meterlos en las tabernas donde no me vería obligado a lidiar con ellos y obtenía cuotas bajas en mis recogidas. Conseguí la reputación de "El Blando" [...].
Cuando el informe de mi segundo mes terminó con la frase "La conducta pasiva observada por este agente durante sus patrullas le ha ganado la enemistad de todos los policías de su turno que desean mantener el orden", empecé a pensar en darles billetes de cinco dólares a los borrachos y una paliza a cada tipo vestido de azul que me mirara de reojo"
viernes, 29 de octubre de 2010
Antología poética - José Bergamín
LOPE
Mañana está enmañanado
y ayer está ayerecido:
y hoy, por no decir que hoyido
diré que huido y hoyado.
A tal extremo ha llegado
hoy a perder el sentido
que al mañana ha convertido
en "cualquier tiempo pasado".
Un ayer futurizado
y un mañana preterido
nos han escamoteado
un hoy por hoy suspendido
de un mañana anonadado
y de un ayer evadido.
viernes, 22 de octubre de 2010
La rosa púrpura del Cairo - Woody Allen (1985)
miércoles, 20 de octubre de 2010
Lord Byron - No volveremos a vagar

Tan tarde en la noche,
Aunque el corazón siga amando
Y la luna conserve el mismo brillo.
Pues así como la espada gasta su vaina,
Y el alma consume el pecho,
Asimismo el corazón debe detenerse a respirar,
E incluso el amor debe descansar.
Aunque la noche fue hecha para amar,
Y los días vuelven demasiado pronto,
Aún así no volveremos a vagar
A la luz de la luna.
sábado, 16 de octubre de 2010
El jardín extranjero - Luis García Montero
A Federico, con unas violetas
Mas no pueden pasar sobre esa sombra
Algunas violetas,
Y es grato así dejarlas,
Frescas entre la niebla...
(I)
Has llegado de nuevo.Te esperaba
para tenderte el brazo perdido de los humos.
La curva de los muelles, la soledad ajena
de Columbia University
y esta ceniza fría
en los párpados rotos
de la ciudad sin sueño
Imagínate ahora
aquel cielo cansado,
aquellos ojos tuyos
de mil novecientos veintinueve,
extraviados entonces,
recorriendo los puentes
con un gesto sin fondo.
En este Sur
de vigas y de luces
puede llegar la muerte una mañana,
pero extraña
las experiencias que tiene la historia entre sus muslos
de milenario amor,
paciente amor salvaje
contra todos nosotros.
Imagínate ahora
los andamios,
la habitación vacía y el deseo
hundido como un barco
que buscara el suicidio.
Has llegado hasta Harlem,
bajo el sordo rumor de los moteros
vas a quedarte mudo,
con tu sudor a solas, con el miedo,
para ver como cierra los ojos de la muerte
cómo besa los labios de su último amante.
Era mil novecientos veintenueve.
No debió ser extraño,
porque estaba allí después de todo,
sobre el turbio desagüe de la vida.
(II)
Y recuerdo una brisa triste por los olivos.
Después
de la prisa cansada de los últimos trenes
nada vuelve. Sólo queda
tu rostro sobre Brodway
y es difícil, de tanta soledad,
cerrar los ojos sin dudar que existes.
Absurda
esta lengua de fuego que parte del horizonte,
que se extiende indomable sobre los corazones,
multiforme y herida,
que revienta y parece
la sonrisa forzada de una máscara rota.
Sola
la ciudad se disfraza en un escalofrío
y sus ojos te apuntan
lineados y ciegos
como un rastro de dientes que se olvide en los hombros
Entonces
el alcohol es la sangre que desnuda los labios,
porque viene la noche,
porque llega la muerte sobre un brazo doblado
para dejarte a solas con tus años.
Triste por los olivos,
mientras Harlem entorna sus ventanas,
el tiempo es una brisa que ya nadie recuerda.
(III)
Aquí,
después de tantos años y una guerra,
todo es como entonces.
En la voz aguardiente de los tiempos
el horario es el mismo, los abrazos cansados
siguen llegando tarde
y la vida entristece
como un golpe de niebla escondido en las manos.
Aquellos ojos nuestros
esperan ser tendidos
sobre mil novecientos diecisiete
corazones en sitio.
Ya ves, sólo decirte
que es posible la vida, que me espera
como una herida abierta sobre otra bocana,
para surgir debajo de los números,
romper la soledad, tomar la calle
y disponer las fechas en su sitio.
Hoy no puede pesar sobre esta sombra
un ramo de violetas,
y es dulce así dejarlas
frescas entre la niebla
con un rumor de cuerpos que no cesa
y esta lágrima extraña
que llamamos historia.
Oscar Wilde - El ruiseñor y la rosa (Cuento completo)
Oscar Wilde,
Nacido en Dublín un 16 de Octubre de 1854, cumpliría hoy 156 años.

- Dijo que bailaría conmigo si le llevaba rosas rojas -exclamó el joven estudiante-; pero no hay ni una sola rosa roja en todo mi jardín.
Desde su nido en la encina le oyó el ruiseñor, y miró a través de las hojas y se quedó extrañado.
- Ni una sola rosa roja en todo mi jardín -exclamó el estudiante; y sus hermosos ojos se llenaron de lágrimas.
- ¡Ah, de qué cosas tan pequeñas depende la felicidad! He leído todo lo que han escrito los sabios, y son míos todos los secretos de la filosofía; sin embargo, por no tener una rosa roja, mi vida se ha vuelto desdichada.
- He aquí por fin un verdadero enamorado -dijo el ruiseñor - Noche tras noche le he cantado, aunque no le conocía; noche tras noche he contado su historia a las estrellas, y ahora le estoy viendo. Tiene el cabello oscuro como la flor del jacinto y los labios tan rojos como la rosa de sus deseos; pero la pasión ha hecho que su rostro parezca de pálido marfil, y el dolor le ha puesto su sello sobre la frente.
- El príncipe da un baile mañana por la noche -musitó el estudiante-, y mi amada estará entre los invitados. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo hasta el alba Si le llevo una rosa roja, la tendré entre mis brazos, y reclinará la cabeza en mi hombro, y su mano estará prisionera en la mía. Pero no hay ni una sola rosa roja en mi jardín, así es, que estaré sentado solo, y ella pasará desdeñándome. No me prestará atención alguna y se me romperá el corazón.
- He aquí ciertamente el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor - Lo que yo canto, él lo sufre; lo que es para mí alegría es dolor para él. En verdad el amor es maravilloso; es más precioso que las esmeraldas y más costoso que los finos ópalos. No se puede comprar con perlas ni con granates, ni está a la venta en el mercado, no lo pueden comprar los mercaderes, ni se puede pesar en la balanza a peso de oro.
- Los músicos estarán sentados en su estrado -dijo el joven estudiante-, y tocarán sus instrumentos de cuerda y mi amada danzará al son del arpa y del violín. Danzará tan ligera que sus pies no rozarán el suelo, y los caballeros de la corte, con sus trajes alegres, estarán todos rodeándola. Pero conmigo no bailara, pues no tengo una rosa roja para darle.
Y se arrojó sobre la hierba, y ocultó el rostro entre las manos y lloró.
- ¿Por qué llora? -preguntó una lagartija verde, cuando pasaba corriendo junto a él con el rabo en el aire.
- Eso, ¿por qué? -dijo una mariposa que revoloteaba persiguiendo a un rayo de sol.
- Sí, ¿por qué? -susurró una margarita a su vecina, con una voz suave y baja.
- Está llorando por una rosa roja -dijo el ruiseñor
- ¡Por una rosa roja! –exclamaron-; ¡Qué ridículo!
Y la lagartija que era algo cínica, se rió abiertamente.
Pero el ruiseñor comprendía el secreto de la pena del estudiante, y permaneció posado silencioso en la encina, y pensó en el misterio del amor.
De pronto desplegó sus alas pardas para emprender el vuelo y hendió los aires. Pasó por la arboleda como una sombra, y como una sombra voló a través de jardín. En el medio del césped crecía un hermoso rosal, y al verlo voló hacia él y se posó sobre una rama.
- Dame una rosa roja –exclamó-, y te cantaré mi más dulce canción.
Pero el rosal negó con la cabeza.
- Mis rosas son blancas –respondió-, tan blancas como la espuma del mar, y más blancas que la nieve de la montaña. Pero ve a ver a mi hermano, el que trepa alrededor del viejo reloj de sol y te dará tal vez lo que deseas. Así es que el ruiseñor se fue volando hasta el rosal que crecía en torno al viejo reloj de sol.
- Dame una rosa roja –exclamó-, y te cantaré mi más dulce canción.
Pero el rosal negó con la cabeza.
- Mis rosas son amarillas -respondió-, tan amarillas como el cabello de la sirena que se sienta en un trono de ámbar y más amarillas que el narciso que florece en el prado antes de que llegue el segador con su guadaña. Pero ve a ver a mi hermano, el que crece al pie de la ventana del estudiante, y te dará tal vez lo que deseas. Así es que el ruiseñor se fue volando hasta el rosal que crecía al pie de la ventana del estudiante.
- Dame una rosa roja –exclamó-, y te cantaré mi más dulce canción.
Pero el arbusto negó con la cabeza.
- Mis rosas son rojas –respondió-, tan rojas como los pies de la tórtola, y más rojas que los grandes abanicos de coral que se mecen y mecen en la sima del océano; pero el invierno me ha congelado las venas, y la escarcha me ha helado los capullos, y la tormenta me ha roto las ramas, y no tendré rosas este año.
- Una rosa roja es todo lo que necesito -exclamó el ruiseñor-, ¡sólo una rosa roja! ¿No hay ningún medio por el que pueda conseguirla?
- Hay un medio -respondió el rosal-, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo.
- Dímelo -dijo el ruiseñor-, no tengo miedo.
- Si quieres una rosa roja -dijo el rosal-, tienes que hacerla con música, a la luz de la luna, y teñirla con la sangre de tu propio corazón. Debes cantar para mí con el pecho apoyado en una de mis espinas. A lo largo de toda la noche has de cantar para mí, y la espina tiene que atravesarte el corazón, y la sangre que te da la vida debe fluir por mis venas y ser mía.
- La muerte es un alto precio para pagar una rosa roja -exclamó el ruiseñor-, y la vida nos es muy querida a todos. Es grato posarse en el bosque verde, y contemplar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro de perla. Dulce es la fragancia del espino, y dulces son las campanillas azules que se esconden en el valle y el brazo que el viento hace ondear en la colina. Sin embargo, el amor es mejor que la vida, ¿y qué es el corazón de un pájaro comparado con el corazón de un hombre?
Así es que desplegó las alas pardas para emprender el vuelo y hendió los aires. Pasó veloz sobre el jardín como una sombra, y como una sombra atravesó volando la arboleda.
El joven estudiante todavía estaba echado en la hierba, donde le había dejado, y las lágrimas aún no se habían secado en sus hermosos ojos.
- ¡Sé feliz! -exclamó el ruiseñor-, ¡sé feliz! ; tendrás tu rosa roja. Te la haré de música a la luz de la luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Todo lo que te pido a cambio es que seas un verdadero enamorado, pues el amor es más sabio que la filosofía, por sabia que ésta sea, y más fuerte que el poder, por potente que sea éste. Del color de la llama son sus alas, y de color de llama tiene el cuerpo. Sus labios son dulces como la miel y su aliento es como el incienso.
El estudiante alzó los ojos de la hierba y escuchó, mas no pudo entender lo que le estaba diciendo el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que están escritas en los libros.
Pero la encina comprendió y se puso triste, porque quería mucho al pequeño ruiseñor que había hecho su nido entre sus ramas.
- Cántame una última canción -musitó-: me sentiré muy sola cuando te hayas ido.
Así es que el ruiseñor cantó para la encina, y su voz era como el agua que sale a borbotones de una jarra de plata.
Cuando hubo terminado su canción, el estudiante se levantó, y sacó un cuaderno y un lápiz de su bolsillo.
- Él tiene estilo -dijo para sí, mientras caminaba a través de la arboleda-, eso no se le puede negar, pero ¿tiene sentimientos? Me temo que no. De hecho, es como la mayoría de los artistas, es todo estilo, sin ninguna sinceridad. No se sacrificaría por los demás. Piensa tan sólo en la música, y todo el mundo sabe que las artes son egoístas. Sin embargo es preciso admitir que hay notas hermosas en su voz. ¡Qué lástima que no signifiquen nada, ni tengan ninguna utilidad práctica!
Y entró en su habitación y se echó sobre el pequeño jergón, y se puso a pensar en su amor, y al cabo de un tiempo se quedó dormido.
Y cuando la luna brilló en el cielo, fue volando al rosal el ruiseñor y puso su pecho contra la espina. Cantó toda la noche con el pecho contra la espina, y la luna de frío cristal, se asomó para escucharla. A lo largo de toda la noche estuvo cantando, y la espina penetraba más y más profundamente en su pecho, y la sangre, que era su vida, fluía fuera de él.
Cantó primero el nacimiento del amor en el corazón de un adolescente y de una muchacha. Y en la rama más alta del rosal floreció una rosa admirable, pétalo a pétalo, a medida que una canción seguía a otra canción. Pálida era al principio, como la bruma suspendida sobre el río; pálida como los pies de la mañana, y de plata, como las alas de la aurora. Como la sombra de una rosa en un espejo de plata, como la sombra de una rosa en el estanque, así era la rosa que florecía en la rama más alta del rosal.
Pero el rosal gritó al ruiseñor que se apretara más contra la espina.
- ¡Apriétate más, pequeño ruiseñor! -gritaba el rosal-, ¡o llegará el día antes de que esté terminada la rosa.!
Así es que el ruiseñor se apretó más contra la espina, y su canto se hizo cada vez más sonoro, pues cantaba el nacimiento de la pasión en el alma de un hombre y de una doncella.
Y un delicado arrebol rosado vino a los pétalos de la rosa, como el rubor del rostro del novio cuando besa los labios de la novia. Pero la espina no había llegado aún al corazón del pájaro, así que el corazón de la rosa seguía siendo blanco, pues sólo la sangre del corazón de un ruiseñor puede teñir de carmesí el corazón de una rosa. Y el rosal gritó al ruiseñor que se apretara más contra la espina.
- ¡Apriétate más, pequeño ruiseñor! -gritaba el rosal-, ¡o llegará el día antes de que este terminada la rosa!
Así es que el ruiseñor se apretó más contra la espina, y la espina tocó su corazón, y sintió que le atravesaba una intensa punzada de dolor. Amargo, amargo era el dolor, y más y más salvaje se elevó su canto, pues cantaba al amor que se hace perfecto por la muerte, al amor que no muere en la tumba.
Y la rosa admirable se volvió carmesí, como la rosa del cielo en el oriente. Carmesí era el ceñidor de pétalos, y carmesí como un rubí era su corazón.
Pero la voz del ruiseñor se volvió más débil, y sus pequeñas alas empezaron a batir, y un velo le cubrió los ojos. Más y más débil se tornó su canto, y sintió que algo le ahogaba en la garganta.
Moduló entonces un último arpegio musical. La luna blanca lo oyó y se olvidó del alba, y se quedó rezagada en el cielo. La rosa roja lo oyó, y tembló toda de arrobamiento, y abrió sus pétalos al aire frío de la mañana. El eco se lo llevó a su caverna púrpura de las colinas, y despertó de sus sueños a los pastores dormidos. Flotó a través de los juncos del río, y ellos llevaron su mensaje al mar.
- ¡Mira, mira! -gritó el rosal- ¡La rosa ya está terminada!
Pero el ruiseñor no respondió, pues yacía muerto en la hierba alta, con la espina en el corazón. Y al mediodía el estudiante abrió la ventana y se asomó.
- ¡Mira!, ¡Qué suerte tan maravillosa! –exclamó- ¡he aquí una rosa roja! No había visto en mi vida una rosa semejante. Es tan bella que estoy seguro que tiene un largo nombre latino.
Y se inclinó y la arrancó. Se puso luego el sombrero y se fue corriendo a casa del profesor con la rosa en la mano.
La hija del profesor estaba sentada en el umbral, devanando seda azul alrededor de un carrete, con su perrito echado a sus pies.
- Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja. -exclamó el estudiante-. He aquí la rosa más roja del mundo entero. La llevarás prendida esta noche cerca de tu corazón, y cuando bailemos juntos ella te dirá cuánto te quiero.
Pero la muchacha frunció el ceño.
- Temo que no me vaya bien con el vestido -respondió- y, además, el sobrino del chambelán me ha enviado joyas auténticas, y todo el mundo sabe que las joyas cuestan mucho más que las flores.
- ¡Bien, a fe mía que eres una ingrata! -dijo el estudiante muy enfadado.
Y arrojó la rosa a la calle, donde cayó en el arroyo, y la rueda de un carro pasó por encima de ella.
- ¿Ingrata? -dijo la muchacha-. Y yo te digo que tú eres un grosero, y, después de todo, ¿quién eres tú? Sólo un estudiante. !Cómo!, No creo que tengas ni siquiera hebillas de plata para los zapatos, como tiene el sobrino del chambelán. Y se levantó de la silla y entró en la casa.
- ¡Qué cosa tan necia es el amor! - -se dijo el estudiante mientras se marchaba-. No es ni la mitad de útil que la lógica, pues no prueba nada, y siempre nos dice cosas que no van a suceder, y nos hace creer cosas que no son ciertas. De hecho, es muy poco práctico, y como en estos tiempos ser práctico lo es todo, me volveré a la filosofía y estudiaré metafísica.
miércoles, 13 de octubre de 2010
El nombre de la rosa - Umberto Eco
El nombre de la rosa - Umberto Eco
El nombre de la rosa - Umberto Eco

- "Los hombres de esa tierra corrupta siempre tienden a favorecer los intereses de sus compatriotas, y son incapaces de reconocer que su patria espiritual es el mundo entero"
- "Movido [...] por el deseo de la verdad, y por la sospecha de que la verdad no era la que creía descubrir en el momento presente"
- "Nada hay más fugaz que la forma exterior, que se marchita y se altera como las flores del campo cuando llega el otoño"
- "Aquéllos eran tiempos oscuros en los que un hombre sabio debía pensar cosas que se contradecían entre sí"
- "Es tal la fuerza de la verdad, que, como la bondad, se difunde por sí misma"
martes, 5 de octubre de 2010
Miguel Ángel Velasco - La miel salvaje
El humo del cigarro
Miras a contraluz el suelto hilo
que se devana en fáciles volutas.
Y en esa transparente arquitectura
Reconoces un ritmo, el equilibrio
de una danza precisa.
Y te dices que el humo tiene un orden,
un concertado pulso que edifica
su liviana columna.
El mismo que gobierna
la rotación de antiguas nebulosas,
el latido puntual de las mareas
y el de tu corazón, desafiando
el peso de la tierra.
Se consume la brasa,
pero se prende el denodado estambre
al rizo de su vuelo, y multiplica
en la sutura de las altas pérgolas
esa ufana corola necesaria.
Lo que nunca será de la ceniza.

El fin de este blog es publicar y compartir aquellos fragmentos y/o frases de distintas obras literarias y cinematograficas que puedan resultar de interés. Los encontraréis organizados alfabéticamente tanto por autor/director como por el nombre del libro/película en el apartado "Etiquetas".
Si tienes alguna duda, consulta "Pautas generales de lectura". Encontrarás el enlace al comienzo de la página del blog, situado encima de la primera entrada.
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