sábado, 27 de agosto de 2011

Tennessee Williams - La noche de la iguana

Shannon: [...] Y por eso, el domingo siguiente, cuando me encaramé en el púlpito y miré debajo todas aquellas caras farisaicas, acusadoras y recriminantes, que levantaban la vista hacia mí, sentí el súbito impulso de sacarlos de su apatía... y los saqué. Tenía preparado un sermón humilde, lleno de excusas; pero lo deseché, lo tiré en el entrecoro. ¡Óiganme! les dije a gritos. Estoy harto de oficiar servicios en alabanza y adoración de un delincuente senil, sí, eso es lo que dije, lo que les grité. Todas sus teologías occidentales, toda la mitología contenida en ellas, se basa en el concepto de Dios como un delincuente senil y ¡Por Dios Santo! no continuaré ni puedo continuar oficiando servicios en alabanza y adoración de ese... ese...

Hannah: ¿Delincuente senil?

Shannon: Sí, de ese anciano colérico y malhumorado... quiero decir que se lo representa como un viejo aniñado de mal carácter, enfermo y quisquilloso, quiero decir como esos que se ven en asilos de ancianos, armando un rompecabezas y que, cuando no lo consiguen armar, se enfurecen y empiezan a pegar puntapiés en la mesa. Sí, yo les aseguro que eso es lo que hacen... todas nuestras teologías... Acusar a Dios de ser un delincuente senil y cruel, que culpa al mundo y castiga brutalmente, en todo lo que él creó, sus propios errores de construcción... y entonces ¡ja, ja! Sí, estalló la tormenta aquel domingo...

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