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"Me resultaba evidente que mis sueños estaban cambiando. Se estaban volviendo blandos y nostálgicos, con una especie de resplandor crepuscular en los bordes, y ya no vivía las emocionantes aventuras de antaño. Echaba terriblemente de menos el pasado, incluidos los momentos más horrorosos. Nunca olvido nada que me haya ocurrido, y apenas olvido nada que haya leído, de manera que en aquel entonces ya tenía almacenada una enorme cantidad de recuerdos. Mi mente era como un gigantesco depósito: uno podía extraviarse ahí dentro, perder la noción del tiempo, registrando cajas y cajones, hundido hasta las rodillas en el polvo, pasarse días sin encontrar la salida. En un momento determinado [...] empecé a jugar con el pasado, aplicándole ligeros retoques, para convertirlo en un verdadero relato, y también empecé a mezclar los recuerdos con los otros sueños. Esto último fue seguramente un error, porque cuanto más jugaba con los recuerdos más iban pareciéndose los unos a los otros, y cada vez me resultaba más dificl distinguir entre lo que de veras recordaba y lo que me había inventado. Así, por ejemplo, ahora no sabía muy bien cuál de estas dos figuras era mi verdadera madre [...] Los archivos sólo existían en mi mente. No había posiblidad de consulta externa, ningún diario, ningún amigo de la familia. ¿Cómo iba a verificar nada? Lo único que estaba a ami alcance era comparar una imagen mental con otra imagen mental, tan sospechosa como la primera, y al final todas acababan mezclándose. Mi mente era un laberinto, seductor o terrorífico, según el estado de ánimo en que me encontrase. Estaba perdiendo el sentido de la realidad, y lo curioso era que no me importaba."
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