"Lo que me ha sucedido a mí- Continuó K. en tono algo más bajo y espiando siempre las caras de los de la primera fila, como si estuviera un poco distraído-, lo que me ha sucedido a mí no es sino un caso aislado que en sí carece de importancia, ya que yo lo tomo a la ligera, pero ejemplifica un procedimiento esgrimido contra muchos. Por ellos elevo mi protesta, no por mí"
[...]
No hay duda de que detrás de todas las manifestaciones de este tribunal, se halla una gran organización que se sirve no sólo de vigilantes sobornables, inspectores y jueces necios y, evidentemente, muy modestos, sino, además, de altos magistrados con el inevitable séquito de ujieres, amanuenses, gendarmes y quizá hasta verdugos; no me arrendra pronunciar esta última palabra. ¿Y cuál es el sentido de toda esta tremenda organización? Consiste en arrestar a personas inocentes para incoar contra ellas un procedimiento tan falaz como el mío. ¿Cómo evitar que los funcionarios, dadas las circunstacias, caigan en la más abyecta corrupción? Ni el magistrado más encumbrado podrá acabar con ella. Por esto, los vigilantes tratan de robar las ropas de los detenidos; por esto, inspectores violan las viviendas; por esto, los inocentes, en lugar de ser interrogados son degradados ante toda una asamblea. Los vigilantes me hablaron de depósitos donde se entregan las pertenencias de los detenidos. Quisiera yo ver esos depósitos donde se pudre lo que el arrestado ha obtenido con su trabajo, si es que no es robado por los landronzuelos de la administración
[...]
Sólo le quería decir -dijo el juez- que hoy ha echado a perder la ventaja que siempre significa un interrogatorio para el arrestado.
K. se rió sin apartar la vista de la puerta: <<¡Sarta de bribones!>>, exclamó; abrió la puerta y bajó la escalera. Detrás de él se levantó el ruido de la asamblea.
Seishu Hase: El chico y el perro
Hace 30 minutos
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