"En el sendero flanqueado de cipreses se alzaba el macizo busto del alcalde Hal Shriner, severo, de quijada férrea, un rostro cruel y amenazador de político corrupto que miraba al visitante desde arriba, desde el pedestal que presidía la fosa, con las órbitas vacías y unas cuantas cagadas de pájaro en el pelo esculpido en piedra. Mi padre se quitaba el sombrero y lo contemplaba arrobado, como quien se extasía ante el David de Miguel Ángel, mientras yo golpeaba el guante de béisbol con impaciencia.
- Lleva muerto nueve años -murmuraba mi padre-. Ya ha desaparecido por completo, del todo. -Miraba a los ojos del alcalde-. Hola alcalde, viejo hijo de puta. ¿Cómo te tratan ahí abajo?."
Seishu Hase: El chico y el perro
Hace 30 minutos
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