Tres rosas amarillas
Chejov no creía, jamás había creído, en una vida futura. No creía en nada que no pudiera percibirse a través de cuando menos uno de los cinco sentidos. En consonancia con su concepción de la vida y la escritura, carecía -según confensó en cierta ocasión- de una visión del mundo filosófica, religiosa o política. Cambia todos los meses [...]"
Seishu Hase: El chico y el perro
Hace 1 hora
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